Columna de Christian Martinoli sobre el Piojo Herrera

En su columna del diario Record, el comentarista deportivo Christian Martinoli habla sobre el entrenador de la selección Miguel el piojo Herrera.

La razón de Mejia Barón
Muy limitado técnicamente, pero con fuerza, decisión y extremada vehemencia. Un tipo duro de carácter y de juego; porque en el futbol cuando te faltan condiciones técnicas las sustituyes con la potencia física, con eso a lo que se llama garra. Él lo hizo. Envalentonado como pocos, reclamador incansable; si llegó a donde estuvo como futbolista fue más por lo que creía que por lo que hacía, detalle que no es menor. Empezó de delantero, pero la pelota lo terminó mandando a un costado y a defender.

Carismático y muy colaborador con los de medios de comunicación. Miguel Herrera hacía cualquier cosa que se le pidiera con tal de salir un minuto de forma mediática; y hasta la fecha lo sigue haciendo. Gesto muy aplaudido por la gran mayoría de los que estamos de este lado de la cancha, sobre todo, a aquellos que les encanta ser amigos de los protagonistas y de esa forma tener material fresco para cuando se necesite. El tema es fácil, si no lo juzgas, si no lo criticas, lo tendrás de tu lado siempre.

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Su fiereza y actitud le alcanzaron para llegar a la Selección. Formó parte de un acto histórico en donde México debutó en la Copa América de 1993 rozando la gloria.

Una patada criminal a Dolmo Flores en el estadio Azteca, más una pelea contra un aficionado en León, rompieron su boleto al Mundial de Estados Unidos. Miguel Mejía Barón le dijo al grupo “no puedo llevar una granada a la cancha que me explote en cualquier momento”.

Herrera jamás perdonó esa decisión. Se le recuerda sobre todo en el Atlante y en Toros Neza, el de Mohamed y las máscaras, donde colaboró con su chispa como actor principal.

Como entrenador empezó en el Atlante, lo recuerdan muy bien en Monterrey, muy mal en Veracruz y así hasta llegar al América, donde su imagen se volvió a dimensionar. Lo único que le controlaron en Coapa fue la ropa, de lo demás, poder absoluto. Aunque Peláez, de vez en vez, fue su freno de mano.

Fue Campeón milagrosamente con aquella palomita de Muñoz que alargó un juego perdido ante el Cruz Azul. Las infamias futbolísticas de la Selección hicieron que el cuadro de ‘moda’ y Campeón ajustara en urgencia las vicisitudes del Tricolor. Es decir, ante los amateurs de Nueva Zelanda, se necesitaba a un equipo, no estrellas, y así se llevó al América. Nunca sabremos si la pelota que desvió Castro se iba de la cancha, eran Memo Vázquez y los azules en su mayoría los que solventarían in extremis el asunto de la reclasificación.

Luna de miel perfecta, ‘un hijo del pueblo’, cercano a las masas y motivador total llevaría el barco a la Copa. Armó una novela con el tema de la portería y en el Mundial le salió perfecto el desenlace.

Dominio frente a Camerún; Ochoa evitó una goleada ante Brasil; juego inteligente y con presencia contra Croacia y 45 minutos con buen estilo en los Octavos de Final. El equipo le venía pidiendo ayuda en el complemento cuando los holandeses tomaron el protagonismo y la historia la conocemos todos. Se habló más del “no era penal” que de la escasa respuesta táctica del banquillo.

En términos generales reconocimos el ‘buen’ mundial mexicano por la nula expectativa con la que se llegó luego de arrastrarse en la eliminatoria. No se hizo nada nuevo, pero se evitó el ridículo de quedar fuera en la primera ronda. Obvio, Herrera debía permanecer. El asunto vino después. Una gira interesante por Europa, siempre se aplaudirá que se vaya a jugar de visitante, evitando el ‘Moletour’ que sólo sirve para seguir haciendo ‘¡clink!, caja’.

Espantosos juegos amistosos en Tuxtla y Querétaro, donde la nota fue cómo Miguel Herrera retaba a golpes en pleno partido al cuerpo técnico de Panamá. Bochornoso, pero con el típico “ofrezco una disculpa, no se repetirá” todo se limpia en la Federación Mexicana de Futbol.

Para 2015 se sabía que México utilizaría un equipo alternativo para el torneo de más nivel. Se cansaron de decir que teníamos suficientes jugadores para armar dos Selecciones, cuando en realidad sabemos que eso no lo tiene ni Alemania. Para la Oro se centró al cuadro ‘estelar’ porque el tema es ganar en octubre el pase a la Confederaciones, es decir, otro torneo más para recaudar dólares. Todos.

Desde la Federación llevan unos años con la bonita costumbre de convocar a los medios para decirle al país cuáles son sus objetivos deportivos del año. Obvio, promesas más sustentadas en el ánimo y en el querer, que en la realidad y en el poder. Porque hasta la fecha seguimos esperando el pase directo a Brasil, la Copa Oro anterior, las Semifinales de la Confederaciones y en esta ocasión las Semifinales de la Copa América, mismas que con total ligereza el entrenador aseguró se llegaría a la Final y al campeonato. Prometen cualquier cosa porque son ellos mismos los que después calificarán sus propias actuaciones. Nadie se responsabiliza de lo que se ofrenda y lo que se cumple. Es un chiste.

Sin tanto riesgo aparente se viajó a Chile, porque lo que se debía hacer era pasar de ronda, evitar el ridículo de Argentina 2011 y lo que viniera era ganancia. No ser uno de los peores cuatro equipos del torneo, es lo que se le pedía a un cuadro netamente ‘B’. Era sólo eso. El asunto ya está muy platicado. El equipo tuvo 25 minutos de dominio contra Bolivia y mereció el juego. Se reclamó un penalti sobre Aquino que no era y nadie gritó por la patada que le dieron a Güémez en el área chica. Más o menos como el “no era penal” de Robben y doble penalti sobre el mismo jugador que dejó fracturado a Moreno en Fortaleza que nadie comentó.

El primer tiempo contra Chile se condicionó al local por buen ‘pressing’ mexicano, pero en el segundo lapso fue un baile importante de los chilenos con dos goles que no les dieron.

Lo de Ecuador nunca estuvo en perspectiva, jamás se manejó el juego y se terminó jugando al pelotazo con tres puntas de similares condiciones buscando el milagro a la desesperada, ‘a lo Muñoz’. Eso se da muy pocas veces en la vida y Herrera parece ya se gastó su chance.

Al final había un ínfimo rango para el fracaso y este equipo lo logró. Herrera fiel a su costumbre se la agarró contra los árbitros, que para colmo no le marcaron un penalti a Flores luego de meter la mano. Es decir, los análisis del entrenador los hace como si se tratara de un fanático recalcitrante que se ve robado siempre y que jamás puede aceptar que otros hicieron mejor el trabajo. Parece que ve los encuentros con la bandera en los ojos. Insulta al que se mueve, reclama sin parar y como en la época de las cavernas busca arreglar todo a golpes. Totalmente primitivo e increíble para un hombre que lleva más de 30 años en el negocio.

Miguel Herrera siempre fue un personaje. El tema es que nadie lo puede detener. Viajes innecesarios para hablar con los ‘europeos’. Giras artísticas y de promoción. Fotos en la NBA, en el boxeo, en el beisbol, en Disneylandia, con los árbitros y Kaká en Orlando para un juego de la MLS. Sale en todos los programas deportivos y, sobre todo, no deportivos de todas las cadenas de televisión. Le contesta hasta a los de radio ‘Patito’ y habla por hablar. Tantas cosas declara que después no se acuerda ni lo que dijo. Jamás deja pasar una entrevista. La exclusiva para cualquier programa, hoy, es NO tener a Miguel Herrera de invitado.

El asunto de los comerciales y demás campañas que desarrolla sólo hacen que se vea como total distracción de su verdadero trabajo y obligación. Que si se ha hecho millonario, muy su problema y felicitaciones, por algo será. El asunto es que cuando los resultados y ante todo el juego escasean, alguien se debe responsabilizar.

González Iñárritu, no le filtra nada, no le dice nada y si se lo dice, está claro que el entrenador no siente ninguna autoridad por encima. Compeán está feliz porque le vende hasta arena en el desierto.

Herrera, insisto, sabe que si habla con todos y se porta ‘buena onda’, automáticamente tendrá de su lado a aquellos que le piden ‘el favor’. Parece una ley no escrita del típico ‘queda bien’ en ambas partes.

Que me diga “payaso” y “pendejo” en verdad me tiene sin cuidado, a estas alturas de mi vida, esos calificativos suenan a halago, luego de lo que uno ve en redes sociales y escucha en los estadios. Igual está muy clara, cuál es su opinión sobre la gente que no está de acuerdo con los números y las formas que entrega en su chamba.

Jamás me creeré el dueño de la verdad, porque estoy convencido de que nadie la tiene. Y el que piense que uno se siente con ese poder, vaya complejo de inferioridad y nulo raciocinio que maneja. Pero tampoco jamás voy a dejar de expresar lo que siento, aunque incomode o guste a los demás, jamás. Porque me pagan por dar mi punto de vista, no por caerle bien a la gente o los protagonistas a los que les dirijo mis comentarios.

Nunca nadie me ha venido a agradecer un buen comentario sobre su juego o actuación, tampoco lo espero, como consecuencia, el tema de los reclamos lo manejo igual.

Hace mucho tiempo se instaló en el colectivo de las mayorías que si juzgas a la Selección eres un malinchista y que si transmites un partido es para apoyar, echar porras y justificar al equipo nacional. Desde mi punto de vista, eso es un grave error.

La única ventaja de todo este triste cabaret mediático, es que los jugadores no han sido tocados y toda la presión la lleva el entrenador. Se sabe que la Copa Oro es una obligación histórica para México. No es un logro supremo como se quiere hacer notar. Es un certamen complejo a partir de las Semifinales, porque ahí se encuentran rivales que no le tienen miedo a la Selección.

Si la ganan, muy bien, a conseguir el gran objetivo que es la Copa Confederaciones, pero si ésta no llega en octubre, todo será otro fracaso.

No pretendo ser un distractor más de lo que verdaderamente es importante, el juego, la cancha, el funcionamiento y el resultado, como parece algunos quieren hacerlo ver. Y no pretendo serlo porque como razonó Mejía Barón, en su momento, no deseo que me explote en la mano la granada llamada Herrera y que mañana, si se fracasa, los responsables seamos los árbitros y el “pendejo” que lo “ataca”.
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