Aquí hemos sido muy críticos con el semanario Proceso por lo que nosotros creemos es un cambio para mal en su política editorial, ahora Televisa decidió golpear al semanario de la misma forma que Proceso los golpea a ellos.

El día de ayer en el noticiero del dos con Joaquin Lopez-Doriga se dio a conocer una grabación de las declaraciones de el narcotraficante “El Grande” donde menciona que dio dinero al reportero Ricardo Ravelo para que no lo mencionara y que efectivamente eso ocurrió y no lo habían vuelto a mencionar en la revista.

Proceso también utiliza declaraciones de delincuentes así como trascendidos para atacar a Televisa o al gobierno federal.

Sabemos que Televisa ataca cuando alguien le toca sus intereses, lo hemos visto con Reforma, con las farmaceuticas, con la Cofepris y un largo etc. La diferencia en esta ocasión es que la declaración de “El Grande” existe.

Audio Carmen Aristegui con Ricardo Ravelo de Proceso

Proceso ya había recibido criticas por su trato a ciertas personalidades del narcotrafico, como la entrevista de Julio Scherer con el Mayo Zambada, o bien en Agosto de este año la revista Etcetera titulado “Proceso enaltece al narcotráfico” que a continuación reproducimos:

Desde nuestro punto de vista, la edición de esta semana de la revista Proceso es un ejemplo claro de la pérdida de brújula periodística entre la crítica al gobierno federal -en particular a su estrategia contra el crimen organizado- y la cobertura informativa que la publicación hace del narcotráfico.

Tal extravío, que no es nuevo en esa publicación, más allá de los muchos reparos que se tengan respecto de la política del Presidente para combatir el narcotráfico, registra falta de compromiso con el Estado de derecho en el que se afianza la democracia.

El Coronel tuvo quien le escriba

La crónica del sepelio de Ignacio Coronel, hecha por la reportera Patricia Dávila, no deja dudas, es como si asistiéramos al despido de un hombre célebre y querido por su gente. Enaltece la violencia. Dávila describe que la partida del personaje ocurrió mientras “esa tarde resplandecía tanto como el sol abrasador”, en el panteón a donde “asistieron hombres, mujeres y niños de la sierra del municipio de Canelas, Durango, lugar donde nació. También había gente de Tamazula, donde la familia del difundo echó raíces”.

De la página 14 a la 16, el lector se entera de que Nacho Coronel se fue “vestido de forma elegante: traje beige y camisa blanca; enmarcado su rostro por una barba oscura. Además de informarse que el ataúd viajó en un lujoso Cádillac y que “el cortejo estuvo bajo el acoso” del Ejército, el lector sabe también que “en la entrada del cementerio estaban dos orquestas que, apenas llegaron los ataudes interpretaron la canción ‘Nadie es eterno en el mundo’ y se unieron al séquito para acompañar los cuerpos a sus tumbas” y enseguida la reportera reproduce un estribillo.

Patricia Dávila reseña también cómo iban vestidas las hermanas de Coronel y, claro, sus lágrimas que enjugaron con whisky. Y enseguida da el contexto: “El acoso al cártel del Pacífico, donde se refiere a cómo “empezó a tener problemas Nacho”, así, sin el apellido, apartir de 2008, por culpa de la PGR que detuvo a varios compañeros suyos, hasta la muerte de su hijo.

Luego la reportera escribe: “La gente que conoció a Nacho Coronel asegura que era un hombre de ‘buenos sentimientos’, muy humano. Siempre que podía ayudaba a la gente necesitada y siempre respetó a sus subalternos” (como se nota, Dávila no citó a una o dos personas, incluso advirtiendo su anonimato, sino a “la gente”, y lo que no puso en comillas nos impide saber si ella completaba o fue una transcripción de lo que le habría dicho “la gente”.

Sólo una vez, en esta crónica, se advierte que Coronel era un narcotraficante.

El gobierno, asesino

En contraste con el Coronel,y a juzgar por el reportaje de Alvaro Delgado -En el PAN purga sta… Calderonista, que ocupa dos planas y cuarto, de la página 24 a la 26- el Presidente de México no respeta a sus subalternos y es intolerante.

Antes de la crónica de Patricia Dávila arriba descrita, de la página 8 a la 10 se ubica el reportaje de Marcela Turati en donde se hace un manejo intencionadamente sesgado para hacer responsable al Ejecutivo de “los 28 mil mexicanos que han muerto” (no obstante que la abrumadora mayoría, el 90%, hubiera tenido nexos con el narcotráfico o hayan sido actores relevantes de esa actividad).

Pero Turati hace algo más, para enfatizar en la crueldad del gobierno federal describe el sufrimiento de los hijos que han perdido a sus padres, como “Octavio” que se dibujaba a lado de su papá o como el pequeño Fredy también: “de tres años, no habla mucho en clase pero un día, antes de ir, le dijo a su mamá que papi había bajado del cielo a visitarlo y a pedirle que se portara bien: en su sueño, se dio cuenta de que traía un ‘coco’ en la cabeza, en el mismo lugar donde le dieron el balazo mortal”.

Y así varias historias por el estilo durante cuatro planas y media, para constatar la estela de violencia y muerte que ha dejado el combate contra la delincuencia, y no los transgresores de la ley a los que la reportera no llama narcotraficantes.

Enseguida está el texto de Daniel Lizárraga: “Y Calderón, ante el espejo de su fracaso”.

A diferencia del hombre bondadoso que en el lienzo de Patricia Dávila fue Nacho Coronel, en el reporte de Lizárraga que describe las sesiones de diálogo que sobre la violencia ocurrieron durante la semana previa a la publicación de Proceso, el Presidente es un hombre impaciente, obsesivo y autoritario. En tres páginas y cuarto, el reportero presenta un panorama sombrío. Más aún cuando se lee el reportaje de Ricardo Ravelo, quien pretende documentar en cuatro páginas que tras la muerte de Ignacio Coronel habrá “mucha más violencia en el país”. Junto con esa afirmación, la sugerencia al lector parece ser la de que lamente el fallecimiento de un hombre de “buenos sentimientos”.

Todos esos reportes encuadran en una portada que reproduce un dibujo de Naranjo, en donde la clásica representación de la parca admira al Presidente por los 28 mil muertos que ha arrojado el combate al narcotráfico. La nota principal de la portada dice: “La cosecha de Calderón”.

La edición no ofrece algún material de análisis que proponga enmiendas o líneas alternativas al gobierno para el combate del narcotráfico.

La línea, no se discute

El periodismo sin concesiones, que es la frase con la que muchas veces ostenta Proceso sus resueltas definiciones periodísticas, significa también que, como han dicho sus directivos, la línea editorial de Proceso no se discuta. Pese a ello, creemos que vale la pena revisar los contenidos de los medios, entre otras razones porque esto implica también una invitación al lector para revisar con mayor rigor la oferta informativa que reciben.

¿A quien creerle? A testigos protegidos? narcotraficantes?
Proceso les ha creído y ahora nos dice que no hay que hacerlo.

Sin duda es algo que hay que analizar con detenimiento, porque si gobiernos estatales o federales tienen para comprar periodistas, también los narcos tienen el dinero para hacerlo.