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Eugenio Toussaint, uno de los máximos exponentes del jazz en México, murió esta mañana a la edad de 54 años a causa de un infarto.
Nacido en la Ciudad de México el 9 de octubre de 194, Eugenio se formó como músico de forma autodidacta. El gusto musical transita en las venas familiares: con sus hermanos Enrique y Fernando formó el grupo Sacbé en 1976, época en la que el jazz aún era un terreno poco transitado por el público mexicano.
Por ello soñaba con salir de México, estudiar en Berkeley y a ese futuro apostó su tenacidad y ahorros. Pero el sueño se truncó con la devaluación del fin del sexenio de Luis Echeverría. Eugenio se mantiene en México, tocando con Sacbé hasta formar no solamente un estilo inigualable, sino también un público fiel que asistía constantemente a las presentaciones de la banda. En 1978 él y sus hermanos se lanzaron a Minessotta. “Si nosotros queríamos ser músicos reconocidos, debíamos emigrar allá”, dijo en alguna entrevista para Canal 100 de Telemundo. “México no es un país de jazz”, sentenció.
En 1980, gracias a una beca, estudió en la Dick Grove Music Workshop de Los Angeles, California. Es ahí donde entabló amistad con el saxofonista John Crosse, con quien formó una nueva versión de Sacbé. Tres fueron los discos que le abrieron las puertas del mercado musical estadounidense y de las radios especializadas: Street Corner, Aztlán y Dos mundos.
Los Angeles le mostró su cara dura, pero también su lado amable: son los años de vivir del hueso, de tocar donde se abran las puertas, de no dejar de mantenerse en movimiento. Hasta que, a través de Pepe Quintana, conoció a Herp Albert, quien contrató a Sacbé como su grupo musical. En 1983, al cancelarse una gira con Albert, Eugenio buscó al compositor Michel Colombier: “Le dije que estaba dispuesto a hacer cualquier chamba. Porque necesitaba trabajar y no quería regresarme a México”, reveló en entrevista. Colombier lo llamó un par de días después, había trabajo para él: Toussaint sería el músico y director musical de Paul Anka, el ídolo musical que arrancó suspiros adolescentes en sus papeles protagónicos del cine teen de los sesenta.
En 1986 regresó a México, donde se dedicó a componer música de concierto, pero también jingles publicitarios para compañías automotrices, bancos, tabacaleras y bebidas alcohólicas (El jingle que compuso para Bacardí Añejo se mantuvo 16 años al aire).
“Como compositor es todo un reto el hacer una música tan corta que sea memorable y deje un impacto. Los jingles dan dinero en poco tiempo, y eso a mí me ofrece la oportunidad de tener tiempo para dedicarme a componer música clásica”, comentó en entrevista.
De esa dedicación surgieron piezas como Concierto para Cello y Orquesta #2, Suite de las Ciencias, uite del Ballet Días de los Muertos”, Flambo Mambenco.
Por Tatiana Maillard / emeequis