El denso sonido de la lluvia, los potentes truenos y el lúgubre tañer de una campana son el preámbulo a uno de los sonidos más estremecedores que jamás se hayan escuchado en la historia de la música popular.

Después de los primeros 40 segundos de esta oscura ambientación irrumpe un lento y opresivo riff de tres sonidos: dom-dom-dommm, la música baja de tono y Ozzy Osbourne recita su maleficio; la maldición había sido lanzada y el mundo ya no sería el mismo.

Fue el 13 de febrero de 1970, hace casi 50 años, cuando estas oscuras sonoridades cubrieron con su sombrío espectro el mundo de la música, con la publicación de Black Sabbath, álbum debut de la mítica banda británica del mismo nombre, considerado la génesis del heavy metal.

Con tanto ruido, saturación y brutalidad sonora en la actualidad, los sencillos pero demoledores riffs de Tony Iommi parecerían cosa de párvulos, mientras el sonido de Black Sabbath, ya con cinco décadas de embrujar y cautivar a propios y extraños, esté (aparentemente) lejos de la auténtica turbación y angustia que generaba en 1970, cuando el Flower Power, la música folk y el rock progresivo endulzaban los oídos. Lo cierto es que esta grabación pasó a la historia por varias razones.

La primera fue su sonido. Debido al accidente que sufrió Iommi con una máquina cortadora, perdiendo las primeras falanges de los dedos índice y anular derechos, Frank Anthony (su verdadero nombre), ante el diagnostico de no volver a tocar nunca más una guitarra, se las ingenió para crear una prótesis para los dedos: utilizó cuerdas más finas y redujo la tensión entre ellas, además bajó el tono de la afinación, haciéndola más grave, lo que le dio a la guitarra un sonido más profundo y oscuro, el sonido sabbathero.

De hecho, el mastodóntico riff de la pieza Black Sabbath se basa en una progresión armónica conocida como tritono o intervalo del diablo (diabolus in música), que desde la Edad Media estaba asociada a la maldad y al Príncipe de las Tinieblas. Este representativo fraseo surgió, de acuerdo con el baterista de la banda, Bill Ward, cuando Gezzer Butler estaba tocando en el bajo Marte, el primer movimiento la suite Los Planetas, de Gustav Holst –sobre todo en la parte de la sección de alientos–; Tony, al escucharlo, se inspiró para crear el riff.

Otra de las razones por las que el disco debut de Black Sabbath ha trascendido en el tiempo, es por su lírica. La pieza homónima que abre el disco es considerada por los especialistas la primera que habla abiertamente del ocultismo y el satanismo, además de ser la primera canción de heavy metal que se grabó, afirmación discutible, ya que, en cuanto a sonido, la versión sicodélica de Summertime Blues, de Eddie Cochran, interpretada por los estadunidenses Blue Cheer en su disco Vincebus Eruptum, de 1968, es puro heavy metal.