Por fin un milagro

Estaba el padre en la Iglesia, cuando de pronto llega una ciega, éste la ve y le pregunta:





“Buenos días, hija, ¿qué se te ofrece?”




La ciega le dice:




“Padre, estoy muy triste, nadie me quiere, soy fea, ciega, nadie quiere ser mi pareja y nadie quiere tener sexo conmigo.”




“Hija, como tu eres ciega y realmente estás fea, sólo te ayudaría un milagro, pero confía en Dios y te ayudará.”

La ciega, más triste que nunca, sale de la iglesia, va caminando por las calles muy insegura, cuando por accidente se sube a un puente. Como era ciega, se desorientó y se cayó del alto puente.



Afortunadamente, la ciega cayó en un camión lleno de plátanos, y empezó a tocar con las manos a sus alrededores para saber dónde había caído, cuando de pronto sorprendida dice:




“¡Ay, chicos, uno a la vez, uno a la vez!”