El vértigo de U2 enloqueció al Monumental

A las diez y diez, Bono apareció de la nada ante la multitud que lo aguardaba en silencio en River. Un minuto antes, las luces del estadio se habían apagado y las del megaescenario se encendieron como contraseña para los fanáticos. Entonces, la figura del cantante de la voz ronca emergió desde una plataforma. Tenía una campera con los colores de la bandera argentina y con un sol en la espalda. Sin decir palabra se la sacó y comenzó a hacer lo que vino hacer a Buenos Aires: Bono cantó y la multitud deliró.

Así llegó el “Vértigo Tour” a la Argentina. La tercera gira mundial de la banda irlandesa de Paul Hewson (Bono para todo el mundo); Adam Clayton; Lawrence Mullen y Dave Evans y que viene rodando desde marzo de 2005 con un itinerario de 130 presentaciones en el mundo. En Argentina, serán 120.000 personas —que pagaron entre 300 pesos hasta 900 y si cayeron en la reventa hasta cuatro veces más— quienes lo verán en los dos shows que cierran hoy.

Un, dos, tres…catorce”, en español sonó el leit motiv oficial de la gira y los más de 70.000 espectadores saltaron ante el tema que le da nombre a la gira de U2: “Vertigo” ( “Vertigo Tour”). Fue la segunda canción en escucharse en la noche de Buenos Aires.

Al rato, más exactamente, en el bis del sexto tema, Bono volvió a hablar en español. “Gracias por darnos una gran vida. Gracias por esperarnos después de haber pasado momentos tan difíciles y que han sido superados por la nueva Argentina”.

En ese momento, la temperatura del show comenzó a elevarse. Hasta ese instante, el público se había mantenido bastante tranquilo. El ingreso —a diferencia de lo que ocurrió la semana pasada con los Rolling Stones— había sido en forma ordenada y el estadio estaba casi colmado una hora antes.

Antes que la banda irlandesa, cerca de las 20.25 se presentó Franz Ferdinand, el grupo escocés liderado por el cantante Alex Kapranos. Y, aunque gran parte de la concurrencia llegó antes para ver a los teloneros, el lleno completo fue con U2 que abrió pasadas las diez de la noche.

El comienzo exacto del espectáculo había sido —como en el resto de los shows en América Latina— con el tema “City of Blinding Lights”. Pero, sin duda, los fanáticos deliraron con “Vertigo”, la segunda canción y el sello de esta presentación que se distingue de su anterior visita a Buenos Aires (hace ocho años) por dos cuestiones básicas: ayer sonaron los temas que vinieron incorporando de sus últimos discos (“All thay you can’t leave behind” y, sobre todo, “How to dismantle an atomic bomb”) y la parafernalia escénica fue relativamente más discreta.

Porque, aunque el escenario por donde se movían (y lo harán hoy también) Bono & compañía tiene dimensiones imponentes (25 metros de profundidad, 60 de ancho y una gran pantalla cóncava de 25 metros de alto), el “Pop Mart Tour” que presentaron aquí en el ’98 tenía cañones de luz apuntando al cielo y un limón gigante alojaba al cuarteto mientras se convertía en una bola de espejos.

Lejos de ese despliegue, sí, pero cerca del mismo repertorio hitero, esperado e inoxidable que va desde los primeros discos (aunque en menor medida) a los más populares, sobre todo, “The Joshua Tree” (1987). Y, desde los temas más pogueables (“Sunday Bloody Sunday”) a los que provocan mechas en multitud de encendedores y luces en los celulares (como el esperado y bellísimo “One”). Con una clásica marca de fábrica: el compromiso político y social (faceta popular de Bono).

Y, en las canciones, el amor más vulnerable (bueno, el amor), la seducción decadente y también el cocktail de optimismo que ganaron con los años (“Beautiful Day”: es un día hermoso, no dejes que se vaya) y que se legitimó gracias a su oscuridad anterior, cuando le cantaban a doncellas angelicales y perversas (“So Cruel”).

“Hola porteños”, dijo Bono en ese séptimo tema (“Beautiful day”) para insistir en ese diálogo histérico con su público. Como cuando recibió varias cartas, tomó una, armó un avioncito y vaciló entre tirarlo o no durante unos segundos. Hasta que, finalmente, lo hizo. Cayó entre los que tuvieron el plus de ver el show desde el Golden Circle (círculo dorado), un lugar especial para 4 mil personas a pasos del escenario. Pero aunque ellos parecían privilegiados, ayer el goce (en su costado democrático) fue para todos. El Clarin